¿Alguna vez te has sentido frustrado porque has trabajado arduamente por algo o alguien hasta el punto de quedar totalmente agotado y no obtienes los resultados que esperabas? ¿Hiciste todo lo necesario pero aun no ves la recompensa, el aumento o el crecimiento que deseabas? Muchos de nosotros pasamos una gran parte de nuestra vida preocupándonos y trabajando por obtener algo sin entender que muchas veces, nuestro enfoque y motivación están puestos en un propósito erróneo. En muchas ocasiones pensamos que nuestros logros, nuestros conocimientos o nuestras fuerzas son los que nos ayudarán a llegar a nuestra meta pero lo único que hacemos es agotarnos en la lucha sin llegar a ningún lugar.
Sí es necesario ser personas diligentes y trabajadoras, es necesario ser personas de acción pero esto es solo una parte de la fórmula para el éxito y el crecimiento. Cuando logremos reconocer la soberanía de Dios, cuando le demos toda la Gloria, cuando logremos reconocer que nuestros triunfos son solo gracias a él y su fuerza, cuando podamos reconocer que todo lo que tenemos es gracias él es allí donde lograremos el éxito y el crecimiento en todos nuestros proyectos. Nuestro corazón tiene que estar totalmente en Dios, nuestras motivaciones tienen que ser rectas, de otra manera, el que permite el “aumento” (DIOS) no nos prosperará y nuestros esfuerzos y trabajo serán en vano. Recordemos que el que siembre o riega no es el que merece la gloria y el honor, estos son simples vasos que Dios usa. Dios es el único merecedor de todo Honor y Adoración porque solamente él, tiene el poder y la autoridad de traer el “crecimiento”.
¡Te Glorificó Señor!
Pastora Elizabeth Z. Perez
1 de Corintios 3:6-7 “Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento.”